Un claro aturdimiento

un claro aturdimiento

Hay veces en que, si observas bien, con detenimiento y valentía, descubrirás que detrás del malestar puede haber un mensaje para descodificar.

Dormiste mal y llevas días en que no consigues centrar tu atención en lo que planificaste.

Estás en un nuevo momento de cambios en los que debes hacer: hacer cosas, realizar llamadas, atender asuntos pendientes y abordar aquellos asuntos aún por iniciar.

Estás con todo muy claro y muy bien organizado pero hay algo que no acompaña.

Tu cuerpo no responde, tu cabeza está espesa y sientes ese embotamiento que te impide realizar lo más elemental y ni siquiera puedes echarte a descansar.

Tal vez si estuvieras enfermo, si tuvieras alguna dolencia, algún virus sencillo, te echarías en la cama y tendrías excusa.

Pero no tienes nada.

Solo dormiste mal en la noche, y la otra también, y la otra, y la anterior…

Y han entrado sueños raros en ti que te han despertado de continuo.

Pero no tienen mucho sentido porque todo está bien, todo está marchando según lo planificado, todo está cuadrando y nada lo puede echar a perder salvo tú.

Y pasa un día y otro y otro, y este aturdimiento sigue y sigue y te impide avanzar por los senderos lógicos, esos que describiste con gran habilidad en un papel y que te llevarían a una gran gratificación rumbo a una felicidad segura.

Hasta tuviste en cuenta que cada acción planificada fuera altamente placentera en sí misma.

Y este aturdimiento que no tiene ningún sentido.

Entonces recurres a técnicas que conoces para relajarte, para enfocarte o cualquier cosa que te acuerdes que te pueda devolver a una acción lógica y normal.

Pero nada resulta y, la verdad, no tienes ni ganas ya de hacer ninguna cosa.

Entonces te das cuenta de que no tiene porqué ser anormal lo que te ocurre.

Empiezas a dejar de buscar los porqué de que te ocurra lo que te ocurre y te pones a sentir qué sientes debajo de esa carga de obligación que te has puesto y que debería estar deslizándose suavemente pero, sin embargo, te tiene atascado, cada vez más tenso y sin poder dormir siquiera.

Entonces entras en este aturdimiento y tratas de averiguar qué dice, qué te obliga a hacer o a no hacer, adónde te conduce, de dónde te quita.

un claro aturdimiento

Y te preguntas claramente: –¿Me es útil en algo este imbécil aturdimiento?, ¿qué estoy consiguiendo con esto?

Y la respuesta finalmente surge, surge como algo obvio: has conseguido parar, has conseguido no cumplir la planificación, has conseguido desactivar los mecanismos automáticos, has conseguido no realizar el guión que pretendías seguir sin importar la adaptación a lo que se presentaba nuevo y que tal vez no era conveniente en las circunstancias actuales que te negabas a ver en obediencia al plan, en obsecuencia.

Está claro.

Parar.

Dormir sin que importe nada.

Romper la libreta con los planes.

Coger un papel nuevo; no tomar notas todavía.

Ir apuntando si quieres lo que estás viviendo mientras lo estás viviendo.

Y, por fin, descubres que es un claro aturdimiento.

Un aturdimiento transparente que solo te aclara, te evidencia lo evidente.

Y paras.

Y descansas.

Descansas mucho, pero mucho mucho…

Ya sin sueños raros, sin despertares en medianoche, sin horarios inventados que no responden a nada.

Y te vienen nuevas luces, y planificas nuevamente desde otro lugar que no te esperabas.

Algunos de los planes coinciden con los antiguos, otros ligeramente, otros ni por asomo lo hubieras imaginado.

Y ahora con este nuevo mapa, actúas a sabiendas de que es un plan que puede desdibujarse y volver a dibujarse, un gráfico sujeto a cambios y con objetivos menos precisos pero más seguros.

Y sales del aturdimiento.

Y por primera vez descubres la utilidad de un claro aturdimiento, del agobio en el entre-caminos.

Aprendes a descodificar con tu alma lo que tu cuerpo impone.

Y los malestares dejan de ser tan malos y empiezan a cobrar sentido.

Y empiezas a aprender a escucharte.

Y empiezas a hacerte caso.

Y los misterios empiezan a hacerse menos misteriosos.

Y te lavas la cara y con un café bien caliente coges el nuevo mapa y emprendes la nueva ruta con la mente despejada y el corazón agradecido.

Leandro Ojeda López

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