Entonces un día te sientes vacío de ausencia. Entonces un día te sientes lleno de presencia.
¿Cuándo va a llegar el día, cuándo va a llegar?
Te preguntas una y otra vez.
Ese día en que serás feliz.
Serás feliz para siempre, eternamente feliz, en una felicidad constante y permanente que te mantendrá flotando en una nube rosa de algodón y te llevará a pasear por regiones remotas con paisajes retocados en ‘Photoshop’.
Estás pensando en salir de aquí, de donde estás.
No estás a gusto con lo que te rodea y haces planes para el día en que la suerte te encuentre, leve tus anclas y te lleve a ese lugar donde lo fantástico te espera.
Buscas señales, buscas milagros, buscas una guía que te indique el rumbo.
Mientras esperas y esperas, y esperas y desesperas el día, uno y otro día, muchos días transcurren en esa esperanza angustiosa de incertidumbre que aguarda a un futuro que se presente y que se aleja más y más y más.
Deja ya de esperar o nada va a llegar.
Solo este transcurrir interminable de igualdades rutinarias, de ausencias premeditadas.
Sacúdete esa esperanza.
Esa esperanza mezquina, esa esperanza pegajosa, esa esperanza deseosa que te quema y no te deja esperanzas para encontrar lo mejor que puedas esperar.
Quítate todo resto de búsqueda ansiosa de tu cuerpo.
Vacíate de deseo de cosas y ansía encontrar esperanza genuina.
Párate.
Siéntete.
Mírate.
Estás aquí no en ese futuro que no llega y no llega y no llega.
Pisa en tierra y piensa.
Pisa en tierra y siente.
Pisa en tierra y observa tu entorno.
Pisa en tierra y observa tu interior.
¿Deseabas realmente eso que esperabas o solo deseabas que eso te trajera a ti?
Una vez en ti, en tu entorno, en tu realidad, con los tuyos; planifica, sueña, intenta y espera cosas esperables.
Llénate de voluntad y camina cada paso en dirección a tus esperanzas de ser cada día mejor, cada día más útil, cada día más conectado con tus raíces, explorando tus virtudes para dar lo mejor de ti.
Ya has perdido por fin todas las esperanzas en lo que nunca debiste haber depositado tus esperanzas.
Ya has perdido por fin todas las esperanzas en la suerte que te rescate de la desesperanza.
Ya has perdido por fin todas las esperanzas en la magia que como la mona que se viste de seda, la magia aunque se vista de blanco, negra queda.
Ahora ya puedes confiar en ti y en este presente y en un futuro que traerá una vida por vivir y en un pasado que te ha hecho lo que eres y en tus hermanos y en tus vecinos y en el amor de la gente que te saluda amable al pasar y en el césped en que te sientas con un libro y un mate calentito.
Ahora que has perdido por fin todas las falsas esperanzas te sientes esperanzado, lleno, repleto de esperanzas.
Ahora que has perdido por fin todas las ilusorias esperanzas vuelves a confiar en la vida.
Sube la comisura de tus labios y que todo tu cuerpo le acompañe.
Sigue así con fuerza hasta explotar en una carcajada.
¡Qué hermoso se te ve!
Leandro Ojeda López