La sola idea de pensar que hoy comienza un día transitando hacia el futuro por escribirse es una idea tan sugerente que vale la pena tomarla con su componente metafórico para ayudarte a emprender un cambio de vida con ilusión y esperanza.
Estás pariendo.
Estás pariendo un nuevo día.
Te has deshecho de tu año anterior, cambias de calendario y das a luz a un nuevo año que se dibuja en tu mente como una nueva oportunidad, como una luz que te acaricia suavemente y te perdona todos tus errores del año pasado.
Tu agenda luce nueva, inmaculada, todo por escribir, sin nada de atrás salvo tu nombre en la primera página.
Un año nuevo, una agenda nueva y el resto de tu vida por vivir.
Al tiempo una especie de vértigo te recorre la espalda.
¿Cómo escribir sin precedente?
¿Cómo llenar la agenda futura sin soporte del pasado, sin antecedente, sin experiencia validante, sin recuerdos y sin suelo?
Al menos has de recordar cómo se escribe, cómo se pasa de una página a la siguiente de la agenda, al menos habrás de recordar el camino de regreso a casa.
Una serie de temores se te acumulan y tienes la tentación de coger la agenda del año pasado y escribir en los huecos que han quedado libres, en las páginas que lucen vacías y abiertas a ser llenadas.
La incertidumbre te intimida, te ves tentado a cargar las herencias del pasado. Te recuerdas el refrán de más vale malo conocido que bueno por conocer casi aventurando que lo por conocer sería seguramente peor.
El futuro que empezó a dibujarse lleno de esperanzas se convierte en un momento en un cúmulo de desesperanzas.
Aquí haz pausa y recobra la sensatez.
No temas, no se destruirá todo, será más un ejercicio para que distingas y no te aferres a lo innecesario, todo tu pasado seguirá estando y el cambio por más que tengas toda la voluntad del mundo no será mágico ni de hoy para mañana.
Tu agenda en blanco, tu año nuevo, tu día a punto de entrar es una invitación a soñar, es lo que se te pide ahora para que puedas empezar a cambiar lo que ha de ser cambiado.
Tal vez te habías olvidado de soñar, ahora se te pide que sueñes, ya tendrás tiempo de replegar alas y de hacer tus correcciones.
Necesitas fe, confianza…
Necesitas fe y fortalecerte en la fe.
Mira, no puedes saber lo por venir.
No tienes que pensar en eso ahora.
Estás pariendo.
Quítate el peso de las obligaciones excesivas, suelta mandatos y creencias que ya no usas, desobedece la inercia que te tira hacia atrás, escucha a tu mente, a tu corazón y deja espacio para que se desplieguen tus mejores sueños.
Estás pariendo, siente el amor de este momento. El inconmensurable aliento de vida que sale en este instante por tu conducto de parto. Vibra con ese amor. Siente a fondo cada detalle.
El parto trae todo lo que puede traer la vida. Trae una felicidad extrema y trae también un intenso dolor.
Pare con todas las consecuencias.
Deja la vida salir.
Tu nuevo día, tu nuevo año, tu nueva vida es como este niño que estás pariendo.
Lo querrás con lo que traiga, lo amarás incondicionalmente, dejarás que crezca en libertad, lo guiarás con sutileza, le enseñarás el mundo con sus bondades y sus peligros, lo soltarás a tu pesar y lo dejarás volar.
Ama este día como a tu propio hijo, como a la propia vida que has gestado y has liberado.
Y ámalo desde ya, desde el primer momento, sabes que tu hijo ya es tu hijo desde el mismo instante de la concepción.
Es una vida que estás concibiendo, que gestarás y parirás.
Una vida recién nacida. Ámala.
Entrégate a la incertidumbre, ayúdale a que aprenda a andar y déjalo andar, no intervengas más de lo imprescindible, no corrijas sus pasos cuando no exista un peligro real que no haya advertido.
Deja que gatee, permite que camine, ayuda a que vuele.
Pare esta nueva vida tuya, cobíjate en la incertidumbre, abriga tu nuevo destino.
Necesitas mucha fe y mucha confianza…
Fortalécete en la fe, es imprescindible para tu nueva vida.
Leandro Ojeda López