Cuando tu mundo se derrumba y la salida de la oscuridad no se ve por ninguna parte, la única luz con que cuentas es la luz de la verdad.
Hoy es un día como cualquier otro.
Hoy te has levantado con una sonrisa en la boca.
Hoy has desayunado como cualquier otra mañana.
Y hoy un pensamiento furtivo se te atragantó como tantos otros días y te amargó la sonrisa.
Llevas mucho tiempo de camino en el crecimiento de tu persona.
Has aprendido mucho.
Arrancaste hace años en la más pura inconsciencia, conseguiste mucho.
Aún así, no has conseguido escapar jamás a tus momentos más bajos.
Aquel deseo de felicidad que soñabas cuando empezaste con tus primeros pasos se ha desvanecido como una mera ilusión más.
Ni siquiera has conseguido aquella tranquila y constante paz que pretendías.
No, la inestabilidad sigue ahí, acechándote en cualquier recodo.
A veces tienes esa sensación de vergüenza por sentirte así.
Después de tanto trabajo sincero interior, de tanto tesón en afrontar la verdad, de tanto sacrificio renunciando, a veces, a comodidades por hacer lo correcto, coherente y adecuado… aún no consigues llegar a la tranquilidad soñada.
Cuando consigues aquietar tu mente y pensar con calma, sentir con amor pese al dolor, logras perdonarte, dejar de lado la vergüenza y valorar en la medida justa.
Sabes que que todo tu recorrido no persigue la intención de la felicidad hedonista pero lo olvidas con frecuencia. Share on XSabes que que todo tu recorrido no persigue la intención de la felicidad hedonista, lo sabes, pero lo olvidas con frecuencia.
Cuando lo olvidas, todo tu esfuerzo de años no te sirve porque solo deseas salir de ahí, de donde estás, así sin más; y hasta olvidas que el camino está plagado de piedras y que aprendizaje y crecimiento implica saltar las piedras sin tropezar con ellas.
Y la mañana se te hizo añicos.
Quedan muy atrás los días de existencialismo nihilista.
Aquellos en que nada tenía sentido y un sucumbir de emocionalidad mal canalizada te hacía desear el desaparecer de la existencia.
No, ya no te pasa eso.
Pero no has podido evitar los días de sufrimiento, los días de auto martirio injustificado, los días de angustia irrefrenable.
Ya sabes desde hace mucho que lo más conveniente que puedes hacer es entrar en tu dolor aunque parezca infinito y de tan repetido parezca no tener salida.
Y ya has pasado también aquel tiempo en que hablabas de atravesar el dolor, atravesar el miedo, como propósito valiente y consciente pero con la mira puesta, en realidad, en la salida, sin afán real de atravesar y transitar ese dolor y ese miedo con toda su dureza y aprendizaje.
Ahora sabes que lo mejor que puedes hacer, si puedes, es entrar en ese dolor, soltando incluso la expectativa de que el dolor cese de inmediato y abrazar tu dolor incluso en esos momentos en que el dolor abrase.
Ahora te entregas a tu sombra, a tus tinieblas, a tu parte más humana, a esa profundidad que pretendes evitar ver.
Y te entregas sin la esperanza de salir de allí y que mañana sea mejor, y te entregas con fe.
Te entregas por entero porque la entrega no admite matices.
Te entregas con fe, porque sabes que la fe es la que te ilumina para seguir adelante. Share on XPero te entregas con fe, porque sabes que la fe es la que te ilumina para seguir adelante.
Así que de la misma forma que te entregas al amor sin contemplaciones, ahora te entregas a tu más terrible dolor, a esa miseria que sientes que es tu vida ahora.
Sabes que iluminar tu oscuridad no es necesariamente echarle luz para poder ver lo que hay.
A veces no ves nada ni con mil faroles.
Sabes que la más genuina luz en la oscuridad es el saber que está ahí, que se la reconoce, que se pone voluntad en limpiar hasta donde se pueda y como se pueda, confiando en que el esfuerzo no será en vano.
Iluminar tu oscuridad pasa por aceptar totalmente la total falta de luz de este momento y permitirte sentirte así oscuro como te sientes.
Y pasa por confiar en la fe como puente en el camino de tinieblas que te toca atravesar, teniendo como meta la verdad que se presente del modo que se presente.
Leandro Ojeda López