Si consigues ir viendo el vaso más lleno que vacío, ir viendo que hasta los días malos tienen algo de bueno, con el tiempo podrías conseguir que tus días sean más buenos que malos apoyados en el buen ánimo que irás consiguiendo.
Nace un nuevo día cada día.
Lo sabes porque lo repites a menudo y lo oyes como una de esas frases que te recuerdas para no olvidar.
Pese a eso, es posible que se te haya transformado en uno de esos conjuntos fonéticos que se han vaciado de significado.
Estate atento, puede que el significado de hoy de esa frase sea distinto que el que tenía ayer esa misma frase.
Permanece atento, desintegra cada frase muletilla de esas que usas para ayudarte y sostenerte para que no hagas una repetición inerte, cosa que persigues evitar.
Pero sabes que es así, que cada día nace nuevo un día nuevo.
Y también sabes que no es exactamente así.
Sabes también que son conceptos, abstracciones, interpretaciones.
Es nuevo y no es nuevo porque también recoges lo acumulado del día anterior y de todos los días anteriores.
Aun así, eliges la idea de sentir que hoy nace un día nuevo.
Y te gusta porque es un día lindo.
Es un día que tiene algo de familiar, pero mucho de absolutamente nuevo.
Te gusta este día y decides disfrutarlo desde una mirada limpia.
Una mirada limpia que no es la del recién nacido, más bien, la del recién renacido, donde limpia es un adjetivo perfecto para definir esta mirada.
Es una mirada que te has ocupado de limpiar.
Y fue desde aquel momento en que sentiste que había mucha mugre y que era necesario quitar, sacar, barrer, sanar, olvidar, perdonar…
Ahora, a veces, consigues ver como si vieras por primera vez.
Aunque eso que llaman mirar con mirada de principiante sea imposible, no deja de ser una metáfora interesante que de algún modo te ayuda a ver algún detalle que hace tiempo no veías porque te habías acostumbrado a él.
Así que te levantas y vives este día por primera vez.
Y resulta ser un buen día.
Podría ser un día especial y repleto de euforia y exaltaciones, pero decides dejarlo en un día lindo, un día tranquilo, un día que vale la pena vivir.
Podrías sentir que el día quedó echado por tierra porque no todo fue perfecto, porque no todo fue felicidad pura, porque hubo hasta un malentendido y una discusión que te dejó algo contrariado.
Pero decides igualmente que el día fue lindo, que la discusión te ayudó a ver aquello que hace tiempo necesitabas ver y ahora que es un día tranquilo te puedes ocupar de mirar.
Decides que aunque tal vez no te gustó mucho el malentendido no vas a dejar que ese momento arruine el resto del día, porque te pones a observar y descubres que hubo un montón de pequeñas cosas buenas que valieron la pena ser vividas.
Imágenes: Carl Warner
Nace un nuevo día cada día.
Puede que el de mañana no sea como el de hoy.
Puede que mañana sea mejor.
Puede que mañana sea uno de esos días que juzgas como horrorosos.
Puede que mañana sea un día horroroso de esos que recuerdas por años porque han significado un salto cualitativo en tu crecimiento como persona.
Puede ser peor aún, puede que mañana sea un día horroroso de esos intrascendentes, aburridos y que pasan inmediatamente al olvido.
De todos modos, eso será mañana y no hay nada que indique que el de mañana pueda ser un mal día.
A medida que te vas acostumbrando a vivir buenos días, muchas veces porque se te da la gana de ver el día como bueno, aunque no lo sea tanto, los buenos días van colmando tus semanas, tus meses y se van convirtiendo en buenos años.
Al fin y al cabo, te importa hacer una buena vida, y si tienes la opción de esforzarte un poco en lograrlo, de mover la mirada para que esa vida se vaya acoplando a tu vista alegre, aunque sea a saltos, trompicones o deslizamientos suaves, habrá valido la pena.
En este nuevo día, prométete una buena vida, de esas que da gusto vivir, de esas que te sientes completo al morir.
Leandro Ojeda López