El hoy inesperado


el hoy inesperado

Para llegar a este cielo de hoy has tenido que descender a varios infiernos y haber atravesado otros cielos menores.

Estás ahora lamentándote de lo que tuviste que pasar para darte cuenta de que hacer eso que deseabas hacer era mucho más fácil de lo que pensabas.

Ahora lo ves muy claro.

Ahora te sientes idiota igualmente.

Estás contento, pletórico, por haber llegado por fin a la base del monte que planeas escalar. Tienes los zapatos adecuados y la pendiente es poco pronunciada. La cima está muy cerca y a la vista, y hasta tiene una sombrilla, una reposera y un zumo de limón fresco.

Aun así, una voz dentro tuyo no cesa de repetirte: –Imbécil, imbécil, imbécil, eres un imbécil, a esto lo podríamos haber conseguido hace muchos años, yo te lo dije, y me has tenido dando vueltas de sufrimiento en sufrimiento, de entusiasmo en entusiasmo.

Respiras, y aun así el aire no llega hasta abajo.

Insistes en que el aire te penetre, hasta fuerzas al aire para que no deje célula sin soplar; un aire húmedo que te refresca, que baña el alma de cada célula.

De repente comprendes.

De repente, así sin saber cómo, pero qué importa cómo.

De repente descubres que para estar ahora donde estás has tenido que bajar a lo más hondo de los infiernos varias veces.

Comprendes que esos infiernos, aunque han sido malos o, incluso, malísimos –como todo infierno–, ya han quedado atrás y de una u otra manera te han traído adonde estás ahora.

Entonces, bendices tu lucidez para reconocer los infiernos a veces camuflados de cielo–, y tu fuerza de espíritu para salir de ellos.

Entonces, descubres también, así de repente, sin saber cómo –pero qué importa el cómo–, que pueden venir más infiernos a tu destino. Que nuevas sombras desconocidas –o aún no reconocidas– vendrán a sacudirte y serán más fuertes; estarán a la altura de tu nueva canción.

el hoy inesperado

De repente descubres que quizás estés en condiciones ya de agradecer tu fortaleza cuando el próximo infierno se presente, y quizás tengas la certeza de que al próximo infierno bajarás con una cuerda y un arnés, llevarás limonada y algo para leer, un escudo espiritual probablemente y también, por qué no, algo que te haga reír. Y bajarás sin renuencia, plácidamente, y vivirás tu próximo infierno como una escuela de aprendizaje acelerada para los humildes de corazón. Y sabrás que el tránsito será más rápido, y que la subida será suave y que te esperará algo mejor.

Incluso te das cuenta de que no te quedarás con la esperanza puesta en que ese algo mejor llegue. Estarás vivenciando cada presente del modo que se presente.

Y, entonces, ahora, que estás en ese lugar alto, victorioso, de paz, dejas de pensar en los infiernos pasados y por venir, y te entregas a la satisfacción absoluta de saborear la dicha que es la que ahora te toca vivir.

Enhorabuena, disfruta a vida viva de este precioso momento.

Leandro Ojeda López

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