Cuando limpias la mirada, te refrescas el rostro y dejas de obsesionarte con todos tus males, encuentras lo bello en lo que antes hubieras hallado feo a primera vista.
Ocurre de repente un día en que llegas a creerlo.
Te levantas una mañana y te lavas la cara con agua fresca y te secas y no sabes por qué pero sientes como si hubieras lavado un pesar muy viejo.
Entonces, por la ventana, ves el mismo paisaje de siempre pero diferente.
Hay más luz o eso te parece.
Miras al cielo y está algo nublado, no hay más luz real que otros días.
Sin embargo algo se ha iluminado.
Nada distinto hay en la realidad, sigue igual que siempre, solo que lo ves diferente.
Tanto te habías acostumbrado a tu pesadumbre desde niño que se había hecho piel y tu capacidad de asombro y alegría se había oscurecido como se oscurece el día luego de haber hecho las agujas varias vueltas en círculo al reloj de la pared.
Un día, porque sí, algo ocurre que parece absolutamente azaroso. Algo que habías esperado desde siempre y que ya habías desesperado. Share on XUn día, porque sí, algo ocurre que parece absolutamente azaroso.
Algo que habías esperado desde siempre y que ya habías desesperado.
Pero sabes bien que no ha sido casualidad, que no es atribuible a la buena fortuna, ni a alguna magia, ni a alguna extraña sincronía fantasiosa, ni a supuestas vibraciones cuánticas que ni sabes si son ni cómo son.
No, no fue ni magia ni casualidad, fue trabajo, compromiso, dedicación y valentía.
Recuerda ahora, al ver la belleza en las montañas, que un día no pudiste más y decidiste hacer algo por ti pero en serio.
Entonces, empezaste a profundizar en tu dolor, dejaste de esquivarlo, dejaste de buscar excusas e improvisar atajos y te pusiste a sanar lo sanable, a conducir lo reconducible, a salvar lo que quedaba entero y a desechar lo irreparable.
Aceptaste, de entrada, que no sabrías cuánto te llevaría, ni cómo iba a ser, ni adónde ibas a acabar y ni si llegarías finalmente a sitio alguno.
Pero tuviste fe, aunque castigado en tu confianza, tuviste fe en que encontrarías aquella confianza que te ayudaría a adentrarte en lo más hondo para salir más entero o más cómo sea pero salir al fin.
Dejaste tu personaje y caminaste hacia un camino verdadero.
Lo mejor que hiciste fue no buscar la felicidad a toda costa, ni el camino más sencillo con algún beneficio poco duradero y superficial, ni el autoengaño.
Temiendo al dolor no temiste a sumergirte en el dolor para ver qué te estaba causando ese dolor y poder extirparlo o disminuirlo o aceptarlo. Share on XTemiendo al dolor no temiste a sumergirte en el dolor para ver qué te estaba causando ese dolor y poder extirparlo o disminuirlo o aceptarlo.
Y se te presentaron mejorías pasajeras, encuentros esperanzadores que te cubrieron de más desesperanza, atajos de soluciones milagrosas que solo hicieron retrasar tu camino.
Y tuviste el coraje de seguir, y tuviste el coraje de ir separando lo verdadero de lo falso y encaminándote a la verdad y a ninguna otra cosa que no fuera la verdad.
Tuviste coraje, te viste vulnerable, te supiste desprotegido, te reconociste víctima cuando realmente fue así, aceptaste tus fortalezas que habías dejado guardadas para alguna ocasión especial.
Y aquí estás hoy, contemplando una belleza que reconoces es real y no de fotocopia.
Y aquí estás hoy, sabiendo que detrás de capas de basura que habías ido recogiendo había aún capacidad de sorpresa, alegría infantil, espíritu de niño que se sorprende ante la aparición de las lágrimas que le surgen al contemplar la belleza de unas montañas tras la ventana de todos los días.
Y sabes esta vez que algo ha ocurrido de verdad, lo sabes porque ves la belleza como desde hace años no veías, y reconoces esa mirada que creías enterrada en un pasado irrecuperable.
Y sabes que vendrán días malos, que habrá más y nuevo sufrimiento, serás consciente de eso.
Pero sabes también que es parte del juego de esta vida, sabes que puedes con ello, aceptas que será así y que cuando ocurra tendrás la fe como fortaleza primera para afrontar lo que acontezca y recuperar la capacidad de apreciar la belleza.
Y ocurre así, de repente un día en que ocurre sin más, después de un buen esfuerzo, una recompensa justa al trabajo bien hecho y honesto.
Y así, sin darte cuenta, la belleza empieza a habitar más tiempo junto a ti, y te ríes hasta de la risa.
Y hasta puede ocurrir que el amor entre por la ventana desde el otro lado del mundo y te abrace el sueño y te acaricie el pecho y te dé un beso repleto de beso con buenos días cada mañana y un desayuno con mate, medias lunas y hasta biscochitos de grasa.
Leandro Ojeda López
Muchas GRACIAS Leandro por esta entrada en tu blog. Me ha encantado. Y me encanta tu forma de escribir.
A veces se puede tener la sensación que se camina solo por esta vida,… Que existen muchos obstáculos y dificultades por el camino,… Pero cuando uno se abre, se siente conectado y todo fluye 🙂
Un fuerte abrazo