Ni medio lleno ni medio vacío; el vaso está lleno o está vacío, o a la mitad, o como realmente esté.
Un día te das cuenta de que estás satisfecho.
Has cometido mil errores y has juzgado que hacías todo mal.
Has roto veinte platos este año y diste por sentado que eras torpe desde el primero y eso te ayudó a romper diecinueve más.
Has amado y te han amado, y has fracasado siempre.
Has mentido alguna vez y has dicho muchas verdades que sientes deberías haber callado; hubieras hecho menos daño, piensas.
Un día te das cuenta de que todo esto no tiene sentido.
Un día te sientes satisfecho con tu vida.
Un día sientes que has crecido.
Un día te sorprendes observando que nunca creíste que podrías haber estado tan bien.
Y haces repaso.
Y sacas cuentas.
Y reconoces.
Y le das la vuelta.
Y lo pones todo del revés.
Has cometido mil aciertos y ves que casi todo lo haces bien.
Has trasladado platos mil veces este año conservando intactos la mayoría.
Has amado y te han amado muchas veces; has sido afortunado, has triunfado.
Has ocultado alguna verdad alguna vez que lo creíste estrictamente necesario y has dicho muchas verdades que te han liberado y han liberado y hecho crecer a quien merecía saber la verdad.
Pues ya ves cómo puedes darle la vuelta a los mismos hechos.
Cuando te castigas ves todo desde el peor ángulo posible.
Cuando dejas de fustigarte puedes cambiar diametralmente el ángulo y verte desde un ángulo muy favorecido.
Cuando estás en esa espiral donde te ves completamente mal y cada vez peor, girarte ciento ochenta grados y mirarte desde otro lugar te puede resultar un ejercicio especialmente revelador.
Estás haciendo lo de mirar el vaso medio lleno. Estás ahora en el terreno del relativismo absoluto, esa doctrina tan de moda hoy que dice que todo es relativo, que no existe una única verdad y que cada uno tiene su propia verdad y que la puede ir cambiando según le convenga. Por supuesto que es una doctrina errónea y, como tal, no te va a llevar a ningún lado. Pero te puede ser útil ahora que tienes una mirada desajustada.
Cuando estés más reconciliado contigo mismo, cuando dejes de fustigarte y te hayas hecho los suficientes mimitos, podrás volver a un punto medio, a una ecuanimidad, a juzgarte con más veracidad, pero no antes.
Vuelve a ver el vaso si está medio lleno o medio vacío, mide los mililitros que tiene y ya está, sin medir de más, sin medir de menos.
Y ahora sí por fin un día te das cuenta de que estás satisfecho.
Has hecho con tu vida lo que debías hacer.
Has vivido sin esconderte, has estado presente cada vez que has podido.
Has vuelto de la escapada cada vez que notabas que huías.
Has aceptado tus derrotas y celebrado tus victorias.
Estás satisfecho.
Estás aquí sin fustigarte.
Estás aquí sin alabarte.
Estás aquí, viviendo la vida, lo mejor que sabes, lo mejor que puedes.
Estás viviendo tu versión más ajustada, esa es la mejor versión de ti.
Leandro Ojeda López