Ánclate a lo positivo siempre que sea posible

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¿Y si la mentalidad positiva fuera como un músculo que pudieras entrenar en el gimnasio de la alegría?

Ánclate a lo positivo, a lo que está bien de cada cosa, a lo bello del entorno, a lo que te ilumina y da alegría todo el tiempo que te sea posible.

No te digo que veas todo positivo, que hagas el bobo y el distraído para no ver lo que ves y no es nada agradable.

No, te digo que cada vez que puedas te fijes en lo positivo.

Tampoco te digo que le quites la cara a los problemas, todo lo contrario, obsérvalos detenidamente, mira si hay algo rescatable o algo que esté en tus manos hacer.

Si no ves nada positivo, no pasa nada, obsérvalo así tal como es y toma acción en consecuencia.

 

Pero fíjate que muchas veces puedes elegir.

Y que si empiezas a mirar distinto descubrirás que muchas cosas hasta podrían ser prácticamente neutras.

Sin embargo, las ves con las gafas con que acostumbras a mirar, por vagancia, por no querer cambiar, por no darte cuenta que puedes quitarte esas gafas o cambiarles el filtro de color.

 

Cuando te acostumbras a ver los errores en las cosas, los fallos, las arrugas, las desprolijidades, estarás adiestrado a detectar justamente eso. Seguramente tendrías mucho éxito en el departamento de control de calidad de una empresa. Pero te recomiendo, que cuando salgas de esa oficina dejes las herramientas de trabajo allí hasta el siguiente día y te sueltes; te aconsejo que erres, que falles, que vayas arrugado, desprolijo… Que no te lleves ese tipo de trabajo a casa. Pasa por un parque y observa flores, y fíjate cómo crecen todas con cierto desorden, no parecen de plástico hechas con un patrón, no, son diversas y perfectas.

Mírate al espejo y observa tus arrugas, tu nuevo grano, tus patas de gallo, tu dentadura despareja, tu mechón rebelde. Mírate, mírate así, y observa cuánta perfección. Si quisieras diseñarlo así, seguramente no te saldría con esa bella imperfección. Seguramente hubieras puesto los granos siguiendo alguna geométrica armonía. Pero mira, en tu cara se han dispuesto así de cualquier manera sin razón lógica ni artística clara.

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Ánclate a lo positivo siempre que sea posible

En todo lo que hagas, y siempre que puedas y te acuerdes –no te exijas, no es un desafío–, intenta ver si hay un lado positivo.

Muchas veces descubrirás inmensas oportunidades en tus errores, advertencias de cambio de rumbo que no habías visto por estar obsesionado porque la cosa no saliera como tú querías que saliera.

Y aquí tampoco te obsesiones. No digas aquello de que lo bueno es bueno y lo malo es una oportunidad. Está bien a veces para automotivarse, pero es de una ilógica tan aplastante que no resiste comentario.

Acepta que lo malo muchas veces, la mayoría incluso, es simplemente malo. Y ya está, no pasa nada, es así y punto, para qué romperte la cabeza buscando explicaciones que no serán más que interpretaciones sacadas de alguno que tenía que llenar las páginas de un libro –sé de qué te hablo, sé lo que es llenar a veces un folio y preguntarse por qué puse esto y que no haya una respuesta clara y seguir con la esperanza de que se entienda en su contexto y de que nadie lo tome como máxima para llevar a su vida sin matices–.

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Mira lo positivo en todo lo que puedas.

Estarás haciendo un adiestramiento de todo tu cuerpo, mente y espíritu para dirigirte hacia zonas alegres.

Míralo así de simple.

No hagas doctrina de esto.

Simplemente tómalo como el consejo que te daba tu abuelo o tu tía cuando eras pequeño que quería verte contento.

Tómalo como si fueras al gimnasio para bajar la tripita, métete en el gimnasio de ejercitar el músculo positivo para ponerlo firme y dispuesto.

Mira lo positivo siempre que puedas porque seguro que hay mucho más de lo habías visto hasta ahora.

Y vive así en positivo todo el tiempo que te sea posible, hasta en los sueños.

Leandro Ojeda López