Para y vuelve a empezar

para y vuelve a empezar - el salto de consciencia

Vivir la vida plenamente necesita de una firme decisión, un afán inagotable por la verdad y una voluntad de hierro para asumir cambios necesarios.

Estás caminando por ese camino que diseñaste y que se fue diseñando por tu propio caminar.

Vas bien.

A veces sientes que vas mal.

A veces no sabes si vas, vienes o dónde estás.

Y sigues caminando por ese nuevo camino.

Ya dejaste el viejo, abandonaste el caduco surco que te llevaba encallando desde hace años.

Y vas bien.

Te sientes bien. 

A veces sientes que vas mal.

A veces te sientes mal.

Y sigues.

Has cambiado, ya has hecho el viraje inicial.

Aunque a veces no sabes si has vuelto a volver.

Hubo un momento en que tuviste que parar. 

Paraste de a poco, fuiste parando, hasta que no pudiste más y paraste de golpe, paraste en seco.

Y te quedaste ahí un rato. Observando. Escuchando.

Sintiendo qué ibas sintiendo a medida que sentías cada sentimiento con mucho más que tus sentidos.

Meditando cada pensamiento, cada idea, cada palabra, discerniendo si eran correctos, acordes a tus valores y si te llevaban a alguna meta segura y verdadera o si no eran más que extravíos llenos de entusiasmo y vacíos de significado.

Y fuiste quitando papeles de celofán, envoltorios de aluminio, bolsas de nylon, cintas de papel que cubrían tu corazón. Share on X

Y, entonces, fuiste quitando papeles de celofán, envoltorios de aluminio, bolsas de nylon, cintas de papel que cubrían tu corazón.

Y, entonces, comenzaste a sentir a tu corazón hablar.

Y te costó mucho comenzar a entender su lenguaje.

Aún te cuesta mucho, es un idioma que te resulta reconocible, pero lejano.

Y sabes también lo engañoso que puede llegar a ser el corazón.

Te encuentras, a veces, como ante una tablilla en piedra intentando descifrar un jeroglífico. 

Aunque sabes que de algún modo es un lenguaje innato, te cuesta entenderlo y pasarlo a palabras de acción.

Y como pudiste lo fuiste haciendo, uniendo mente y corazón y observándolo todo con cuidado. 

Y, por fin, pudiste arrancar por un nuevo camino, uno nuevo, distinto a todo lo anterior.

Te convertiste en otro, de alguna manera, aunque seguías siendo el mismo, pero más cerca del original que vino un día a este mundo con absoluta inocencia.

Un caminante conocido por un camino desconocido.

para y vuelve a empezar - el salto de consciencia

Fotografías: Laura Len (www.lauralen.com)

Hay un experimento en física que muestra cómo si dejas deslizar una bolita por una duna de arena va creando un surco nuevo. Si sigues dejando caer bolitas pueden crear innumerables surcos, sin embargo no lo hacen. Tienden a coger el surco creado inicialmente por las que les anteceden.

Si así ocurre con unas simples bolitas en la arena, imagina lo difícil que puede ser para cualquier humano con años a su espalda, con rutinas, miedos, aprendizajes y palos de todo tipo, crear un nuevo cauce, un nuevo surco, un paso, al menos, en dirección divergente a su costumbre.

Tomar un nuevo camino, cambiar el rumbo o hacer una pequeña modificación que modifique en cadena un futuro no es algo fácil, pero es, muchas veces, imprescindible.

Y así te ves, en un nuevo camino y viendo cómo constantemente vas volviendo al antiguo surco sin darte ni cuenta.

Y, entonces, das un paso al costado para crear una nueva línea sobre el arena que caminas.

Y para ello necesitas una atención máxima y una voluntad de hierro.

Pero a veces te cansas, te agotas, te despistas y vuelves al surco conocido creyendo que vas por el nuevo e incierto.

Se necesita una paciencia infinita para hacer lo que estás haciendo. Un artista necesita equivocarse una y cien veces. Y eso eres, un artista, admirando la belleza en cada lugar donde se encuentre.

Has decidido ser un salmón, nadar contra corriente si eso te lleva a la belleza y la verdad. Share on X

Has decidido ser un salmón, nadar contra corriente si eso te lleva a la belleza y la verdad; y, lo que es más difícil, nadar contra tu propia corriente, esa que te resulta cómoda pero que destruye tu vida silenciosamente.

Has decidido convertirte en un salmón de ti mismo, en tu propio salmón. 

Has decidido convertirte en el artista puro que ama la verdad, se apega a la realidad y deshecha lo fantasioso, falso y estéril.

Y eso no es fácil, hermano, no es fácil, pero es el camino único hacia la plenitud real.

El otro, con su felicidad aparente, te deja en esa inercia infeliz con certeza de frustración vital.

Así que ahora que te sientes sin saber qué sientes.

Ahora que piensas sin distinguir qué piensas.

Ahora que no sabes si te has perdido o te has encontrado pero sabes que estás en un lugar que no te agrada: ¡para!

Simplemente para.

Detenlo todo.

No mires el reloj.

Si el reloj quiere seguir marchando es cosa suya, tú para.

Detente.

Solo sigue respirando, cumpliendo tus obligaciones básicas y poco más.

Para, observa, escucha, siente.

Abrázate, acaríciate, mímate un rato.

Siente tus dedos, tu cuerpo, tu alma, tu espíritu.

Espera sin esperar con esperanza genuina.

Vacía tu bolsa otra vez.

Desmagnetiza las brújulas erróneas.

Rompe tus mapas, los viejos, los nuevos y los que estabas haciendo –ya habrá tiempo de reconstruir lo reconstruíble–.

Páralo todo.

Para y vuelve a empezar.

Leandro Ojeda López