Cuando no sabes cómo te has metido en donde estás, generalmente te cuesta encontrar la salida. La salida suele ser más fácil de lo que imaginas, aunque es bueno que sepas que puede no resultar tan fácil.
Muchas veces te has sentido en un laberinto al que tú mismo has entrado y luego no sabes cómo salir, ni atravesar hacia el otro lado ni volver sobre tus pasos.
Pero esta vez es diferente. Esta vez no estás en un laberinto. Esta vez es peor.
Esta vez te sientes rodeado de paredes a tu alrededor, un espacio sin puertas, un lugar gigante o estrecho pero del que no parece haber salida posible.
Estás dentro. Sabes que te has metido ahí aunque no sabes cuándo ni cómo. Fue tan sutil que ni te diste cuenta.
Y llevas mucho, mucho allí, y sabiendo que debes salir de ese zulo en que te has metido o te has fabricado o te has hundido, no sabes, solo sabes que estás ahí y no ves salida, no hay salida.
Has pensado muchas veces en derribar las paredes, en romper la caja, en escalar las montañas, en coger un avión y salir a cualquier lugar.
Puedes hacerlo, sabes que podrías o crees que podrías pero sabes que sientes que no puedes.
Cada vez que lo piensas una cascada interminable de miedos hechos de razones, justificaciones y excusas sesudas te disuaden automáticamente. No sabes qué hay afuera. Eso te paraliza. –Podría ser aún peor –te dices.
Hasta que llega ese momento en que ya no tienes nada que perder.
En ese momento te pueden ocurrir dos cosas.
Que decidas que ya no hay nada que hacer, que no tienes fuerzas, que qué más da si llevas tanto así; que te resignes y conformes con todo lo que tienes y lo que no tienes; que te quedes en ese palacio millonario sin puertas o en esa estúpida historia de desamor, mentiras, inercias y fracasos sin hacer nada.
O que decidas que tu impulso de vida está latiendo intensamente dentro de ti y que no te importa lo que haya afuera porque lo de adentro ya lo conoces y sabes que no aguantas más.
Si lo que hay afuera llegara a ser peor, no te importa, ya habrás aprendido a saltar las paredes para buscar un sitio mejor, y seguramente podrás hacerlo una y otra vez y las veces que haga falta hasta encontrar algún lugar en que tu vida sea vivible y crezcas y seas feliz y seas útil y des felicidad.
En ese preciso instante en que esta idea atraviesa tu imaginación y la valentía te surge para caminar sobre el miedo, cagado de miedo pero avanzando igual, en ese preciso instante las paredes se desvanecen, las montañas se hacen llanuras, en el océano aparecen puentes y ves marcado con luces naranjas un camino claro y recto rodeado de flores. Y caminas sobre el pasto verde.
Leandro Ojeda López