Amar la soledad

amar la soledad el salto de conciencia

Hay un espacio que es solo tuyo, donde nadie te observa ni tienes que dar explicaciones. En ese lugar de soledad completa puedes desplegar tus alas y entregarte al amor sin miramientos.

Has creído desde hace mucho que lo opuesto al amor es la soledad.

Durante años has oído que lo contrario al amor es el odio.

Cuando te pasaste al camino neoespiritual empezaste a repetir que lo opuesto al amor es el miedo.

Para comprender las cosas necesitas categorizar. 

Cuando usas el lenguaje no haces otra cosa que establecer categorías. 

Si te preguntas si eso es etiquetar o juzgar, la respuesta es: sí; pero eso no tiene nada de malo, es así simplemente porque el lenguaje se establece sobre esa base.

El pensamiento, el corazón, el alma hechos palabra necesitan imprescindiblemente de la definición; el sentimiento verbalizado necesita sí o sí del encasillamiento transitorio.

Escapar a eso, a la ley de lo que lo crea y fundamenta no es un síntoma de evolución sino de soberana ignorancia. 

Y ser ignorante no es una definición sustantiva, es solo un adjetivo susceptible de ser corregido.

Hace un tiempo entendías la palabra ‘amor’ como lo que veías en las películas románticas.

También entendías el amor familiar como ‘amor’ pero de otro tipo, algo que se sobreentiende pero no tan especial.

Y tenías hasta el amor por la humanidad, por la naturaleza… como otros objetos donde usar la palabra ‘amor’, pero amores que de tan abstractos se parecen mucho a la nada.

Cada uno era un tipo de amor particular, los tenías diferenciados, podías pensarlos.

Ahora has adquirido la idea de ‘amor incondicional’, una reactualización del ágape griego, como forma única y más elevada del amor. 

Y seguramente es una forma acertada, real y genuina, pero se te dificulta el pensarlo y más el sentirlo, y cada vez que hablas de amor tienes que estar explicando porque ya no se sabe a qué te refieres cuando usas la palabra amor. 

Por hacerla tan grande, llena y completa, la has vaciado de significado hasta ya no significar prácticamente nada.

A veces no tienes ni idea de qué cosa es el amor y usas esa palabra para todo. Clic para tuitear

A veces no tienes ni idea de qué cosa es el amor y usas esa palabra para todo.

Has llegado al punto de disculparte cuando usas la palabra ‘amor’ cuando te refieres al amor de pareja o al amor circunstancial con otra persona; te disculpas porque has llegado a pensar que eso más que amor es necesidad, o un amor egoísta o de menor categoría –aunque en verdad lo estés viviendo como lo más importante de tu vida, como un milagro divino–.

Lo cierto y lo que no puedes negarte cuando estás a solas es que sí tienes necesidad, es que sí te sientes incompleto, es que sí tienes dependencia emocional.

¿Por qué te sientes culpable por eso?, ¿por qué te sientes raro?

¿No te has dado cuenta, acaso, que prácticamente toda –sino toda– la gente que conoces siente lo mismo?

Entonces, ¿a qué estamos jugando?, ¿adónde queremos llegar?

¿Es que pretendes lograr algún tipo de perfección?

Repites que no podrás amar en pareja hasta que no te ames a ti mismo.

Pero ¿realmente crees que exista esa posibilidad de un amor propio permanente e inalterable?

¿Realmente crees que eso es posible?

¿Crees que es posible un amor humano completamente puro, inmaculado, sin rastro de miedo, dolor, deseo, necesidad?

Oh, esos son atributos solo de Dios, ¿no pretenderás ser como Dios?

¿Por qué pretendes tal perfección en el amor consiguiendo solo posponerlo, obstaculizarlo, impedirlo?

Fotografías: Laura Len (www.lauralen.com)

Fotografías: Laura Len (www.lauralen.com)

Has de amar ahora, como estés, como puedas, hasta donde te sea posible y sin espera. 

Y has de amarte así roto, demacrado, necesitado, doliente, como sea que estés y con el amor que tengas en forma de comprensión, compasión, acercamiento tibio o como te sea posible ahora mismo.

Cuando te ames a ti mismo podrás entonces amar, te dices, porque lo escuchaste repetir una y otra vez en los últimos tiempos; olvidando otra sabiduría mucho mayor y mantenida desde siglos que reza: ama al prójimo como a ti mismo.

¿Notas la diferencia?, esfuérzate más en amar a tu vecino y tu amor en ti se fortalecerá y, además, con sentido.

Cuando adoptas la creencia de que solo podrás amar cuando consigas amarte a ti de esa manera perfectamente divina, te planteas un lugar al que llegar en donde ahora no estás –y que por ese camino difícilmente estarás–.

¿Pretendes, entonces, esperar a amarte incondicionalmente sin fisuras para por fin estar en condiciones de amar?

¿Crees, acaso, que eso podrá ocurrir antes de tus noventa años, o ciento noventa años, o novecientos años?, ¿crees que vivirás tanto como Matusalem?

Oh, no estás asumiendo tu imperfección, tu necesidad, tus miedos, tu vulnerabilidad.

Es mejor que aceptes lo que hay ahora y que hagas caso a tu necesidad de afecto.

Además, date cuenta de un error crítico en tu pretensión: no estás tratando de sentir un amor puro e incondicional por ti mismo como fin en sí, no, lo haces como medio para otro fin, para amar a otro y que ese otro te ame, que es el interés real que querías conseguir.

Así que dale menos vueltas, ama como puedas, hasta donde puedas y a quien puedas y déjate amar por quien te ame y seas capaz de recibir ese amor.

Está bien que filosofes, está excelente; los filósofos disfrutan mucho con eso y son necesarios.

Pero la filosofía está hecha de conceptos, de categorías, de ideas abstractas, y aquí no estamos hablando de amor abstracto, estamos hablando de amor real, del de todos los días, del de andar por casa, del que te hace reír y llorar y no encuentras nombre que ponerle.

Amar es un verbo, no se filosofa, se acciona, se vive, se hace cuando y como buenamente se puede.

Aún así, aunque hables de amor incondicional como opuesto al miedo, te ves que sigues sintiendo que para ti  el amor es lo opuesto a la soledad.

Y te sigues sintiendo mal cuando estás solo.

Te sientes miserable e indigno de recibir amor, de vivir amor.

Te sientes feo, bobo, olvidado y apartado.

Y te has olvidado de tu niñez, cuando estabas solo y no había amigo o hermano con quién jugar, y no soñabas con pareja ni completarte con ninguna de estas necesidades que aparecieron después como insoslayables.

Y entonces jugabas, jugabas solo.

¿Te acuerdas?

Simplemente te inventabas tu mundo y disfrutabas de tu juego y de ti.

No había más que eso en ese momento.

¿Te acuerdas aún cuando eras niño y estabas completo y sin fisuras estando solo con tu propia compañía? Clic para tuitear

¿Te acuerdas aún cuando estabas completo y sin fisuras estando solo con tu propia compañía?

En aquellos momentos deseabas que no llegara la hora de la comida, que nada te quitara de aquella felicidad que sentías en tu propio universo de soledad.

En aquellos momentos el amor y la soledad convivían en paz.

En aquellos momentos tampoco había ni odio ni miedo.

En aquellos momentos sabías amar la soledad.

Así que hoy que llamas y nade contesta, hoy que nadie responde tus mensajes, hoy que te han dejado plantado vestido para salir, qué tal si te introduces y navegas por tu propio ser y recuperas aquella sensación infantil.

Aquella sensación sentida es completamente recuperable, una vez sentida la puedes resentir, la puedes devolver a la vida y que vuelva a estar en ti.

Ahora que te han dejado plantado y que nadie está del otro lado, puedes lamentarte y abocarte al sufrimiento, o también puedes aprovechar esta oportunidad de recuperar aquel sentimiento conocido, rescatarlo del pasado y traerlo al ahora y dedicarte sin miramientos a amar esta bendita soledad.

Leandro Ojeda López

1 comentario en «Amar la soledad»

Los comentarios están cerrados.